“Me hicieron un tratamiento con radiología”, dijo “Pepe” Mujica, de 89 años, al ser consultado sobre su salud. “Según los médicos, anduvo bien, pero yo estoy deshecho”.
“La vida es hermosa. Con todas sus peripecias, amo la vida. Y la estoy perdiendo porque estoy en el tiempo de irme”, agregó luego.
El expresidente, un exguerrillero que gobernó Uruguay de 2010 a 2015 y sigue siendo una influyente figura en la política nacional y en la izquierda latinoamericana, habló desde su modesta finca en las afueras de Montevideo, donde se recupera de las sesiones de radioterapia que recibió hasta mediados de junio.
En la entrevista, en la que el Times lo presenta como un “filósofo sin pelos en la lengua”, Mujica no escatimó sus críticas a la sociedad de consumo.
“La humanidad necesita trabajar menos y tener más tiempo libre y ser más sobria. ¿Para qué tanta basura? ¿Por qué hay que cambiar el auto? ¿Cambiar de heladera?”, señaló.
“Porque la vida es una y se va. Hay que darle sentido a la vida. Hay que luchar por la felicidad humana. No solo por la riqueza”, reflexionó.
También destacó su admiración por la naturaleza, y aunque afirmó no creer en Dios, dijo respetar mucho a quienes sí lo hacen. “Es como un consuelo ante la idea de la muerte”.
Preguntado sobre cómo le gustaría ser recordado, fue enfático: “como lo que soy: un viejo loco” que tiene “la magia de la palabra”.
Mujica, quien se alzó en armas bajo gobiernos democráticos en los años 1960 y 1970 y estuvo 13 años preso, la mayor parte durante la dictadura cívico-militar (1973-1985) y en duras condiciones, convalece de su enfermedad junto a su esposa, Lucía Topolansky, una exguerrillera como él que llegó a ser vicepresidenta de Uruguay (2017-2020).
En una nota titulada “La historia de amor de dos rebeldes que llegaron a liderar Uruguay”, que el Times publicó junto con la entrevista, el expresidente se refirió a Topolansky.
“El amor tiene edades. Cuando sos joven, es una hoguera. Cuando sos viejo, es una dulce costumbre”, dijo Mujica. “Si estoy vivo es porque está ella”.